El
primer contacto directo que tenemos al conocer a una persona es la
apariencia que esta tiene. Una apariencia que nos puede hacer una
idea del estilo que lleva y, posiblemente, una pequeña parte de cómo
será esta persona: su comportamiento, su carácter, sus gustos,
etcétera. Sin embargo, la mayoría de la sociedad anda equivocada
cuando con solo ver la ropa que uno lleva, ya lo tacha de un estilo u
otro, lo etiqueta de algún modo, y esto, sin haber conocido a la
persona realmente. En ocasiones, las personas tienen una emoción al
ver personas vestidas con trajes del estilo gótico, y esta emoción
es o bien "esa gente debe molar" o bien "cambiémonos
de acera", cuando ninguna de ambas partes han tenido la ocasión
de conocer a estas personas y sólo se han dejado llevar por su
imagen. Esto ocurre con todos los estilos, con unos más que otros,
pero con todas y cada una de esas etiquetas que la gente les pone
para llamarlos de algún modo, haciendo una clasificación de estos,
diferenciándolos unos de otros con las características propias de
cada uno de los estilos.
Por
lo tanto, el hecho de que la vestimenta que tenga una persona sea un
identificador social es posible pero no por completo. Debemos conocer
que la vinculación de la imagen con la identidad en el siglo XVIII
era prácticamente inexistente, puesto que para las personas “los
trajes, las pelucas y el maquillaje no estaban destinados a expresar
un Yo íntimo, solo asistían al simple goce de la imagen por la
imagen, la idea de un sujeto divido en un afuera y un adentro no era
siquiera contemplada”, cita Claudia Fernández. Sin embargo, el
movimiento romanticista del siglo XIX fue lo que provocó que naciese
el interés por vestir marcando cierta identidad propia. Así pues,
la historia marca un cambio radical en la moda como
identificador social, e “instituye
un sistema de espíritu moderno, emancipado de la influencia del
pasado; lo antiguo ya no se considera venerable y sólo el presente
parece que debe inspirar respeto.” (Lipovitesky, G.1987. pp.
34-35.).
Así
pues, es entonces cuando nacen con la modernidad estilos distintos
como los que trataremos posteriormente como ejemplo, estilos que se
contradicen bastante en cuanto a la forma de vestir: góticos y
pijos, o “gente rollo negro/todo oscuro” y “gente que “viste
bien”, y procuran ir a la moda”. Sin embargo, la sociedad emplea
las etiquetas “gótico” y “pijo” para describir lo dicho en
tan solo una palabra. A los góticos se les considera gente oscura,
apagada, que buscan problemas, etcétera. ¿Por qué? Esa es la
educación que se les implanta a la sociedad, el sentido de la
palabra “gótico” que se aporta de madres a hijos de generación
en generación en su gran parte, cuando este tipo de personas se
encuentra en todos lados, y cuando digo en todos lados, me refiero a
que se encuentra en todos los estilos. Es decir, el hecho de que
vistan de negro, tengan el pelo oscuro, vayan con collares y pulseras
de pinchos y botarras no explica que sean personas violentas y
con maldad, es más, nos podemos encontrar con gente así y encima
gente divertida y humilde. Por otro lado, el sentido de la palabra
que se le da a los que son "pijos" puede ser bueno o malo,
como por ejemplo el hecho de que son personas que "visten bien"
(al parecer, los góticos visten mal, y no es así, puesto que son
maneras de vestir diferente, y no hay un modo de vestir adecuado o
inadecuado, es cuestión de lo que aprendemos, de nuestra educación,
cultura y sentido que les dan a las palabras al conocerlas y
contextualizarlas en una situación, además de que este problema
nace del tener conceptos distintos de lo mismo). Pero también,
sentido de la palabra que se lo han inculcado a muchas personas que
"van de marca", por lo tanto "tienen pasta", e
incluso se añade que son "creídos". ¿No hay góticos que
vayan de marca, tengan pasta y sean creídos? ¿No hay pijos serios,
sosos y antipáticos? Repito: hay de todo y en todos los estilos. No
podemos tachar a las personas de algo con sólo conocer su manera de
vestir. Evidentemente, nos aportarán información, pero no como para
juzgar y conocer su personalidad por completo. Incluso las personas
pueden llevarse bien y tener maneras de vestir distintas. No por el
hecho de que vistamos de una manera u otra, tengamos
que ser clasificados con un estilo en concreto que aporta una serie
de características como gustos, odios, entre otros.
Por
lo tanto, “No se puede saber cuanto influye la elección de la ropa
sobre la educación” (Rousseau, J.J. 1969. p. 69.), por lo que
primero tenemos que conocer a las personas, tener un primer contacto
con los individuos, y dejarnos sorprender, o no, por ellos mismos,
quienes demostrarán que la apariencia es un identificador social,
pero sin saber hasta qué punto lo es, dependiendo de la persona, de
su educación.
“Si
la comunicación se extiende a todos estos niveles, no hay que
extrañarse de que pueda existir una ciencia de la moda como
comunicación y del vestir como lenguaje articulado”.
(AA.VV. 1976. p. 63.).
(AA.VV. 1976. p. 63.).
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