viernes, 10 de octubre de 2014

Identidad.

El primer contacto directo que tenemos al conocer a una persona es la apariencia que esta tiene. Una apariencia que nos puede hacer una idea del estilo que lleva y, posiblemente, una pequeña parte de cómo será esta persona: su comportamiento, su carácter, sus gustos, etcétera. Sin embargo, la mayoría de la sociedad anda equivocada cuando con solo ver la ropa que uno lleva, ya lo tacha de un estilo u otro, lo etiqueta de algún modo, y esto, sin haber conocido a la persona realmente. En ocasiones, las personas tienen una emoción al ver personas vestidas con trajes del estilo gótico, y esta emoción es o bien "esa gente debe molar" o bien "cambiémonos de acera", cuando ninguna de ambas partes han tenido la ocasión de conocer a estas personas y sólo se han dejado llevar por su imagen. Esto ocurre con todos los estilos, con unos más que otros, pero con todas y cada una de esas etiquetas que la gente les pone para llamarlos de algún modo, haciendo una clasificación de estos, diferenciándolos unos de otros con las características propias de cada uno de los estilos.

Por lo tanto, el hecho de que la vestimenta que tenga una persona sea un identificador social es posible pero no por completo. Debemos conocer que la vinculación de la imagen con la identidad en el siglo XVIII era prácticamente inexistente, puesto que para las personas “los trajes, las pelucas y el maquillaje no estaban destinados a expresar un Yo íntimo, solo asistían al simple goce de la imagen por la imagen, la idea de un sujeto divido en un afuera y un adentro no era siquiera contemplada”, cita Claudia Fernández. Sin embargo, el movimiento romanticista del siglo XIX fue lo que provocó que naciese el interés por vestir marcando cierta identidad propia. Así pues, la historia marca un cambio radical en la moda como identificador social, e “instituye un sistema de espíritu moderno, emancipado de la influencia del pasado; lo antiguo ya no se considera venerable y sólo el presente parece que debe inspirar respeto.” (Lipovitesky, G.1987. pp. 34-35.).

Así pues, es entonces cuando nacen con la modernidad estilos distintos como los que trataremos posteriormente como ejemplo, estilos que se contradicen bastante en cuanto a la forma de vestir: góticos y pijos, o “gente rollo negro/todo oscuro” y “gente que “viste bien”, y procuran ir a la moda”. Sin embargo, la sociedad emplea las etiquetas “gótico” y “pijo” para describir lo dicho en tan solo una palabra. A los góticos se les considera gente oscura, apagada, que buscan problemas, etcétera. ¿Por qué? Esa es la educación que se les implanta a la sociedad, el sentido de la palabra “gótico” que se aporta de madres a hijos de generación en generación en su gran parte, cuando este tipo de personas se encuentra en todos lados, y cuando digo en todos lados, me refiero a que se encuentra en todos los estilos. Es decir, el hecho de que vistan de negro, tengan el pelo oscuro, vayan con collares y pulseras de pinchos y botarras no explica que sean personas violentas y con maldad, es más, nos podemos encontrar con gente así y encima gente divertida y humilde. Por otro lado, el sentido de la palabra que se le da a los que son "pijos" puede ser bueno o malo, como por ejemplo el hecho de que son personas que "visten bien" (al parecer, los góticos visten mal, y no es así, puesto que son maneras de vestir diferente, y no hay un modo de vestir adecuado o inadecuado, es cuestión de lo que aprendemos, de nuestra educación, cultura y sentido que les dan a las palabras al conocerlas y contextualizarlas en una situación, además de que este problema nace del tener conceptos distintos de lo mismo). Pero también, sentido de la palabra que se lo han inculcado a muchas personas que "van de marca", por lo tanto "tienen pasta", e incluso se añade que son "creídos". ¿No hay góticos que vayan de marca, tengan pasta y sean creídos? ¿No hay pijos serios, sosos y antipáticos? Repito: hay de todo y en todos los estilos. No podemos tachar a las personas de algo con sólo conocer su manera de vestir. Evidentemente, nos aportarán información, pero no como para juzgar y conocer su personalidad por completo. Incluso las personas pueden llevarse bien y tener maneras de vestir distintas. No por el hecho de que vistamos de una manera u otra, tengamos que ser clasificados con un estilo en concreto que aporta una serie de características como gustos, odios, entre otros.

Por lo tanto, “No se puede saber cuanto influye la elección de la ropa sobre la educación” (Rousseau, J.J. 1969. p. 69.), por lo que primero tenemos que conocer a las personas, tener un primer contacto con los individuos, y dejarnos sorprender, o no, por ellos mismos, quienes demostrarán que la apariencia es un identificador social, pero sin saber hasta qué punto lo es, dependiendo de la persona, de su educación.

“Si la comunicación se extiende a todos estos niveles, no hay que extrañarse de que pueda existir una ciencia de la moda como comunicación y del vestir como lenguaje articulado”.
(AA.VV. 1976. p. 63.).


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